240
pages
Español
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2021
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Publié par
Date de parution
08 février 2021
Nombre de lectures
2
EAN13
9781631424861
Langue
Español
Publié par
Date de parution
08 février 2021
Nombre de lectures
2
EAN13
9781631424861
Langue
Español
Tómame
La trilogía Atrápame: tercer libro
Anna Zaires
♠ Mozaika Publications ♠
Índice
I. La Huida
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
II. La Pista
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
III. El Cuidador
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
IV. El Nuevo Cautiverio
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Epílogo extra: Nora y Julian
Extracto de Secuestrada
Extracto de Contactos Peligrosos
Sobre la autora
Este libro es una obra de ficción. Los nombres, personajes, y situaciones narrados son producto de la imaginación del autor o están utilizados de forma ficticia y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, acontecimientos o lugares es pura coincidencia.
Copyright © 2019 Anna Zaires
www.annazaires.com/book-series/espanol
Traducción de Scheherezade Surià
Todos los derechos reservados.
Salvo para su uso en reseñas, queda expresamente prohibida la reproducción, distribución o difusión total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, sin contar con la autorización expresa de los titulares del copyright.
Publicado por Mozaika Publications, una marca de Mozaika LLC.
www.mozaikallc.com
Portada de Najla Qamber Designs
www.najlaqamberdesigns.com
ISBN: 978-1-63142-486-1
Print ISBN: 978-1-63142-487-8
I
La Huida
1
L ucas
—Repítelo otra vez. —Cojo el teléfono con más fuerza, casi aplastándolo, mientras mi incredulidad se transforma en una furia descontrolada—. ¿Qué diablos quieres decir con que se ha escapado?
—No sé cómo ha pasado. —El tono de Eduardo es serio—. Fuimos a tu casa hace media hora y no estaba. Encontramos las esposas en el suelo de la biblioteca y había cortado las cuerdas con algo pequeño y afilado. Hemos hecho que los guardias recorran cada centímetro de la selva y han encontrado a Sánchez inconsciente en la frontera norte. Tiene una grave conmoción cerebral, pero hemos conseguido que se despertara hace unos minutos. Dice que se la encontró en el bosque, pero que lo sorprendió y lo dejó inconsciente. Eso fue hace más de tres horas. Estamos recibiendo los vídeos de los drones, aunque no pinta bien.
Mi rabia aumenta con cada frase que dice el guardia.
—¿Cómo ha conseguido tener en sus manos «algo pequeño y afilado»? ¿O abrir las putas esposas? Se suponía que Diego y tú la vigilaríais en todo momento…
—Lo hicimos. —Eduardo parece desconcertado—. Le revisamos los bolsillos después de cada comida, como nos dijiste, e inspeccionamos varias veces el baño, el único lugar donde ha estado sola y desatada. Allí no había nada que haya podido usar. Debe haber ocultado las herramientas de alguna manera, pero no sé cómo ni cuándo. Tal vez las tuviera ya antes, o tal vez…
—Está bien, supongamos que no la habéis cagado del todo. —Tomo aire para controlar la ira que me estalla en el pecho. Lo importante ahora es obtener respuestas y averiguar dónde están los agujeros en nuestra seguridad. En un tono más tranquilo, digo—: ¿Cómo pudo haber salido sin que se activaran las alarmas o sin que la detectaran desde cualquiera de las torres de vigilancia? Tenemos ojos en cada centímetro de esa frontera.
Se produce un silencio prolongado. Entonces Eduardo dice en voz baja:
—No sé por qué no se activó ninguna de las alarmas de seguridad, pero es posible que haya un par de horas en las que no hayamos vigilado la frontera desde todas las posiciones.
—¿Qué? —No puedo contener la ira esta vez—. ¿Qué cojones quieres decir con eso?
—La hemos jodido, Kent, pero te juro que no teníamos idea de que el programa de seguridad dejaría pasar algo por alto. —El joven guardia habla precipitadamente, como si estuviera ansioso por soltar las palabras—. Era solo una jugada de póker amistosa; no sabíamos que el ordenador no...
—¿Una jugada de póker? —Mi voz se vuelve muy tranquila—. ¿Estabais jugando al póker mientras estabais de servicio?
—Lo sé. —Eduardo suena arrepentido de verdad—. Fue estúpido e irresponsable y estoy seguro de que Esguerra nos dará una paliza. Solo pensamos que, con tanta tecnología, no sería un gran problema. Solo una manera de escapar del bochorno de la tarde por un par de horas, ya sabes.
Si pudiera traspasar el teléfono y aplastarle la tráquea a Eduardo, lo haría.
—No, no lo sé —mascullo—. ¿Por qué no me lo explicas todo bien y despacio? O, mejor aún, pon a Diego al teléfono para que pueda hacerlo él.
Hay otro momento de silencio. Luego, escucho a Diego contestar:
—Lucas, escucha, tío... Ni siquiera sé qué decir. —La voz generalmente optimista del guardia está cargada de culpa—. No sé por qué decidió pasar por esa torre, pero estoy viendo las imágenes de los drones y es justo lo que ha hecho. Ha pasado por delante de nosotros, en dirección oeste, y, luego, ha subido al puente. Es como si supiera adónde tenía que ir y cuándo. —Se percibe una nota de incredulidad en su voz—. Como si supiera que estaríamos distraídos.
Me pellizco el puente de la nariz. «Mierda». Si lo que dice es verdad, la huida de Yulia no es solo cuestión de suerte.
Alguien le ha dado a mi prisionera detalles claves sobre la seguridad, una persona íntimamente familiarizada con el horario de los guardias.
—¿Con quién se ha puesto en contacto? —Lo más lógico sería pensar que el traidor fuera Diego o Eduardo, pero conozco bien a esos dos, y ambos son demasiado leales e inteligentes para este tipo de traición—. ¿Alguien ha hablado con ella además de vosotros dos?
—No. Al menos no hemos visto a nadie. —La voz de Diego se endurece cuando capta mi sospecha—. Pero, por supuesto, ha estado sola durante gran parte del día, por lo que alguien podría haber ido a tu casa cuando no estábamos allí.
—Cierto. —Mierda, el traidor podría incluso haberse acercado a Yulia antes de venirme a Chicago—. Quiero que reúnas imágenes de los drones sobre cualquier actividad alrededor de mi casa en las últimas dos semanas. Si alguien ha puesto un pie en el porche, quiero saberlo.
—Hecho.
—Bueno. Ahora ve y rastrea a Yulia. No puede haber llegado muy lejos.
Diego cuelga, claramente ansioso por remediar su error y el de Eduardo, y meto el teléfono en el bolsillo, forzando los dedos para cogerlo con más suavidad.
La atraparán y la traerán de vuelta.
Tengo que creer en eso o no podré trabajar esta tarde.
Mientras espero noticias de Diego, hago las rondas con los guardias, asegurándome de que todos estén en su puesto en la nueva casa de vacaciones de Esguerra en Chicago. La mansión se encuentra en la rica urbanización privada de Palos Park y está bien situada desde el punto de vista de la seguridad, pero tengo que revisar las cámaras recién instaladas en busca de puntos ciegos y confirmar los horarios de patrullaje con los guardias. Lo hago porque es mi trabajo, pero también porque necesito algo para alejar mi mente de Yulia y la ira sofocante del pecho.
Ha huido. En el momento en que me fui, corrió hacia su amante, hacia ese tal Misha, cuya vida me rogó que perdonara.
Ha huido a pesar de que hace menos de dos días me dijo que me amaba.
La furia que me recorre al pensarlo es poderosa e irracional. Ni siquiera sé si las palabras de Yulia ib