Secuestrada , livre ebook

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Primer volumen de la trilogía de romance oscuro y éxito de ventas en las listas del New York Times y el USA Today. 



Me secuestró. Me llevó a una isla privada.



Nunca pensé que pudiera pasarme algo así. Nunca imaginé que ese encuentro fortuito en la víspera de mi decimoctavo cumpleaños pudiera cambiarme la vida de una forma tan drástica.



Ahora le pertenezco. A Julian. Un hombre que tan despiadado como atractivo, un hombre cuyo simple roce enciende la chispa de mi deseo. Un hombre cuya ternura encuentro más desgarradora que su crueldad.



Mi secuestrador es un enigma. No sé quién es o por qué me raptó. Hay cierta oscuridad en su interior, una oscuridad que me asusta al mismo tiempo que me atrae.



Me llamo Nora Leston, y esta es mi historia.
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Publié par

Date de parution

20 septembre 2018

Nombre de lectures

0

EAN13

9781631422508

Langue

Español

Secuestrada
La trilogía Secuestrada: primer libro


Anna Zaires
Traducción de Scheherezade Surià

♠ Mozaika Publications ♠
Esta es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, los lugares y los acontecimientos son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, eventos o sitios es pura coincidencia.
 
Copyright © 2017 Anna Zaires
http://annazaires.com/
 
Reservados todos los derechos.
 
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión sin la autorización previa y por escrito del titular del copyright, salvo para su uso en reseñas.
 
Publicado por Mozaika Publications, de Mozaika LLC.
www.mozaikallc.com
 
Diseño de cuberta de Najla Qamber Designs
najlaqamberdesigns.com

e-ISBN: 978-1-63142-2508
Print ISBN: 978-1-63142-251-5
Índice



Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27


Fragmento de Hazme Tuya

Acerca del Autor
Prólogo

Sangre.
Está por todos sitios. El charco de líquido rojo oscuro del suelo se está expandiendo, se multiplica. Tengo sangre en los pies, en la piel, en el pelo… Casi puedo notar su gusto, olerla y sentir cómo me cubre. Me estoy ahogando, me asfixio con la sangre.
¡No! ¡Para!
Quiero gritar, pero no puedo inspirar suficiente aire. Quiero moverme, pero estoy atada y no puedo. Las cuerdas se me clavan en la piel al forcejear.
Sin embargo, sí oigo los gritos de ella. Son alaridos inhumanos de agonía y dolor que me desgarran por dentro y me dejan la mente tan desollada y mutilada como su piel.
Él levanta el cuchillo de nuevo y el charco de sangre se transforma en océano, la resaca me absorbe…
Me levanto chillando su nombre con las sábanas empapadas de sudor frío.
Por un momento, estoy desorientada… y entonces me acuerdo.
Él ya no volverá a por mí.
Capítulo 1
Dieciocho meses antes

Tengo diecisiete años cuando lo conozco.
Diecisiete años y estoy loca por Jake.
—Nora, vamos, me aburro —dice Leah, sentada conmigo en las gradas viendo el partido. Fútbol americano. No sé nada de fútbol, pero finjo que me encanta porque es donde puedo verlo. Allí, en ese campo, mientras entrena cada día.
No soy la única chica que mira a Jake, claro. Es el quarterback y el más buenorro del mundo… o por lo menos de Oak Lawn, un barrio residencial de Chicago, Illinois.
—No es aburrido —le digo—. El fútbol es divertidísimo.
Leah pone los ojos en blanco.
—Ya, ya. Anda y ve a hablar con él. No eres tímida. ¿Por qué no haces que se fije en ti?
Me encojo de hombros. Jake y yo no nos movemos en los mismos círculos. Las animadoras se le pegan como lapas y llevo observándolo bastante tiempo para saber que le van las rubias altas y no las morenas bajitas.
Además, por ahora es divertido disfrutar de esta atracción. Sé qué nombre tiene este sentimiento: lujuria. Hormonas, así de simple. No sé si me gustará Jake como persona, pero me encanta como está sin camiseta. Cuando pasa por mi lado, noto que se me acelera el corazón de la alegría. Siento calor en mi interior y me entran ganas de removerme en el asiento.
También sueño con él. Son sueños sensuales y eróticos donde me coge la mano, me acaricia la cara y me besa. Nuestros cuerpos se tocan, se frotan el uno contra el otro. Nos desvestimos.
Trato de imaginar cómo sería el sexo con Jake.
El año pasado, cuando salía con Rob, casi llegamos hasta el final, pero entonces descubrí que se había acostado, borracho, con otra chica en una fiesta. Acabó arrastrándose cuando me enfrenté a él, pero ya no podía fiarme y rompimos. Ahora me ando con mucho más ojo con los chicos con los que salgo, aunque sé que no todos son como Rob.
Pero puede que Jake sí lo sea. Es demasiado popular para no ser un mujeriego. Aun así, si hay alguien con quien me gustaría hacerlo por primera vez, ese es Jake, sin duda alguna.
—Salgamos esta noche —dice Leah—. Noche de chicas. Podemos ir a Chicago a celebrar tu cumpleaños.
—Mi cumpleaños no es hasta la semana que viene —le recuerdo, aunque sé que tiene la fecha marcada en el calendario.
—¿Y qué? Podemos adelantar la celebración.
Sonrío. Siempre está a punto para la fiesta.
—No sé. ¿Y si vuelven a echarnos? Esos carnets no son muy buenos…
—Iremos a otro sitio. No tiene por qué ser el Aristotle.
El Aristotle es el club más molón de la ciudad. Pero Leah tenía razón… había otros.
—De acuerdo —digo—. Hagámoslo. Adelantemos la fiesta.



Leah me recoge a las nueve.
Va vestida para salir de fiesta: unos vaqueros ceñidos oscuros, un top brillante sin tirantes de color negro y botas de tacón hasta las rodillas. Lleva la melena rubia completamente lisa y suave, que le cae por la espalda como una cascada radiante.
Sin embargo, yo aún llevo puestas las zapatillas de deporte. Tengo los zapatos de tacón dentro de la mochila que dejaré en el coche de Leah. Un jersey grueso esconde el top sexi que llevo. No me he maquillado y llevo la melena castaña recogida en una coleta.
Salgo de casa así para no levantar sospechas. Digo a mis padres que me voy con Leah a casa de una amiga. Mi madre sonríe y me dice que me lo pase bien.
Ahora que casi tengo dieciocho años, no tengo toque de queda. Bueno, quizá sí, pero no es oficial. Siempre y cuando llegue a casa antes de que mis padres empiecen a preocuparse, o por lo menos les diga dónde voy a estar, no pasa nada.
Cuando subo al coche de Leah empiezo a transformarme.
Me quito el jersey, que revela el ajustado top que llevo debajo. Me he puesto un sujetador con relleno para aprovechar al máximo mis encantos, algo pequeños. Los tirantes del sujetador están diseñados inteligentemente para ser bonitos, así que no me da vergüenza que se me vean. No tengo unas botas tan llamativas como las de Leah, pero he conseguido sacar a hurtadillas mi mejor par de zapatos negros de tacón. Me añaden unos diez centímetros de altura. Y como necesito hasta el último centímetro, me los pongo.
Después, saco mi neceser de maquillaje y bajo el visor para mirarme al espejo.
Unos rasgos familiares me devuelven la mirada. Mis ojos grandes y marrones y las cejas negras y muy definidas dominan mi pequeño rostro. Rob me dijo una vez que parecía exótica, y sí, algo así es. Aunque solo tengo una cuarta parte de latina, siempre estoy algo bronceada y mis pestañas son más largas de lo normal. Leah dice que son postizas, pero son auténticas.
No tengo ningún problema con mi aspecto, aunque a veces me gustaría ser más alta. Es por los genes mexicanos. Mi abuela era bajita y yo también lo soy, aunque mis padres tienen una altura normal. Y no me preocupa, lo que pasa es que a Jake le gustan las altas. Creo que ni siquiera me ve en el pasillo porque estoy por debajo del nivel de su vista.
Suspiro, me pongo brillo de labios y sombra de ojos. No me paso con el maquillaje porque a mí me funciona más lo sencillo.
Leah sube el volumen de la radio y las nuevas canciones pop llenan el coche. Sonrío y empiezo a cantar con Rihanna. Leah se une y ahora las dos estamos cantando a voz en grito la de S&M.
Sin casi darme cuenta, ya hemos llegado al grupo.
Nos acercamos como si fuéramos las reinas del mambo. Leah sonríe al portero y le enseñamos nuestros carnets. Nos dejan pasar, sin problemas.
Nunca habíamos estado antes en este club. Está en una parte del centro de Chicago más vieja y deteriorada.
—¿Cómo descubriste este sitio? —grito a Leah para que me oiga por encima de la música.
—Me lo dijo Ralph —grita ella y yo pongo los ojos en blanco.
Ralph es el exnovio de mi amiga. Rompieron cuando él empezó a comportarse de forma extraña, pero, por algún motivo, siguen en contacto. Creo que ahora él está metido en las drogas o algo así. No lo sé seguro y Leah no me lo quiere contar por lealtad a él. Es un tío muy turbio, y que est

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