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pages
Español
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2021
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2021
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Publié par
Date de parution
09 février 2021
Nombre de lectures
2
EAN13
9781631425998
Langue
Español
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Date de parution
09 février 2021
Nombre de lectures
2
EAN13
9781631425998
Langue
Español
MI TORMENTO
Un romance oscuro
Anna Zaires
♠ Mozaika Publications ♠
Esta es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, los lugares y los acontecimientos son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, eventos o sitios es pura coincidencia.
Copyright © 2020 Anna Zaires
www.annazaires.com/book-series/espanol/
Reservados todos los derechos.
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión sin la autorización previa y por escrito del titular del copyright, salvo para su uso en reseñas.
Publicado por Mozaika Publications, de Mozaika LLC.
www.mozaikallc.com
Traducción de Scheherezade Surià
Diseño de cuberta de Najla Qamber Designs
najlaqamberdesigns.com
ISBN: 978-1-63142-599-8
Print ISBN: 978-1-63142-600-1
Índice
Parte I
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Parte II
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Parte III
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Extracto de Secuestrada
Extracto de El titán de Wall Street
Sobre la autora
Parte I
1
Montañas del Cáucaso Septentrional, 5 años antes
P eter
—¡Papá! —A ese chillido agudo le sigue el correteo de unos piececitos, los de mi hijo, que entra corriendo; los rizos oscuros brincan alrededor del rostro radiante.
Riendo, atrapo el pequeño cuerpo robusto cuando se abalanza sobre mí.
—¿Me has echado de menos, pupsik ?
—¡Sí! —Me rodea el cuello con los bracitos e inhalo profundamente, absorbiendo su dulce aroma infantil. A pesar de que Pasha tiene casi tres años, todavía huele a inocencia y a leche materna como cualquier bebé sano.
Lo abrazo con fuerza y siento como el hielo se derrite dentro de mí a la vez que un calor suave y reconfortante me inunda el pecho. Duele, como estar sumergido en agua caliente después de haberse quedado helado, pero es un dolor placentero. Me hace sentir vivo; llena las grietas de mi interior hasta tal punto que casi puedo pensar que soy un hombre íntegro y que merezco el amor de mi hijo.
—Te ha echado de menos —dice Tamila, entrando por el pasillo. Como siempre, se mueve en silencio, casi sin hacer ruido y con la mirada baja. No me mira directamente. Desde la niñez, se le ha enseñado a evitar el contacto visual con los hombres, por lo que lo único que puedo verle son esas largas pestañas negras mientras mantiene la mirada fija en el suelo. Lleva un velo tradicional que oculta el largo cabello oscuro y viste un vestido gris largo y sin forma. Sin embargo, sigue siendo preciosa, tan preciosa como hace tres años y medio cuando se metió en mi cama para escapar del casamiento con un anciano de la aldea.
—Os he echado de menos a los dos —digo mientras mi hijo me presiona los hombros, exigiendo que lo libere. Sonriente, lo dejo en el suelo y, de inmediato, me toma de la mano, tirando de ella.
—Papá, ¿quieres ver mi camión? ¿Quieres?
—Por supuesto —digo. Mi sonrisa se ensancha cuando me arrastra hacia el salón—. ¿Qué clase de camión es?
—¡Uno grande!
—Está bien, vamos a verlo.
Tamila nos sigue y me doy cuenta de que aún no he hablado con ella. Paro, me giro y miro a mi mujer.
—¿Cómo estás?
Me observa a través de las pestañas.
—Bien. Contenta de verte.
—Yo también me alegro de verte. —Quiero besarla, pero se avergonzaría si lo hiciera delante de Pasha, por lo que me abstengo. En cambio, le acaricio la mejilla con suavidad y, luego, dejo que mi hijo me arrastre hasta el camión, que reconozco porque se lo envié desde Moscú hace tres semanas.
Orgulloso, me enseña todas las características del juguete cuando me agacho a su lado, observando su rostro feliz. Tiene la belleza oscura y exótica de Tamila, hasta las pestañas, pero también tiene algo de mí, aunque no puedo definir con exactitud el qué.
—Tiene tu valentía —dice Tamila con serenidad, arrodillándose a mi lado—. Y creo que va a ser tan alto como tú, aunque probablemente sea demasiado pronto para saberlo.
La miro. A menudo lo hace, me observa con tanta intensidad que es casi como si estuviese leyéndome la mente. Pero no es difícil adivinar lo que estoy pensando. Le hice la prueba de paternidad antes de que Pasha naciera.
—Papá. Papá. —Mi hijo me tira de la mano otra vez—. Juega conmigo.
Me río y centro la atención en él. Durante la hora siguiente, jugamos con el camión y varios juguetes más. Todos representan algún tipo de transporte porque Pasha está obsesionado con ellos, desde ambulancias hasta coches de carrera. Da igual cuántos juguetes de otro tipo le traiga, solo se entretiene con los que tienen ruedas.
Después, cenamos y Tamila baña a Pasha antes de dormir. Me doy cuenta de que la bañera está rota y tomo nota mental para pedir una nueva. La pequeña aldea de Daryevo está en lo alto de las montañas del Cáucaso y es difícil acceder a ella, por lo que no puede haber una distribución regular desde una tienda, pero tengo medios para conseguir que traigan cosas aquí.
Cuando le menciono la idea a Tamila, sus pestañas se abren y me dedica una mirada directa, lo que es poco frecuente, acompañada de una sonrisa brillante.
—Eso sería genial, gracias. He tenido que limpiar el suelo casi todas las noches.
Le devuelvo la sonrisa y termina de bañar a Pasha. Después de que lo seque y le ponga el pijama, lo llevo a la cama y le leo un cuento de su libro favorito. Se duerme casi de inmediato, y le beso la frente suave. Siento una gran emoción en el corazón.
Amor. Lo reconozco, a pesar de no haberlo sentido antes, a pesar de que un hombre como yo no tiene derecho a sentirlo. Nada de lo que he hecho importa aquí, en esta pequeña aldea de Daguestán.
Cuando estoy con mi hijo, la sangre que me ensucia las manos no me quema el alma.
Con cuidado de no despertar a Pasha, me levanto y abandono la habitación pequeña que le sirve como dormitorio. Tamila ya me espera en nuestro cuarto, así que me deshago de la ropa y me meto con ella en la cama, haciéndole el amor de la forma más delicada que puedo.
Mañana me tengo que enfrentar a la fealdad de mi mundo, pero esta noche soy feliz.
Esta noche puedo amar y sentirme amado.
—No te vayas, papá. —A Pasha le tiembla la barbilla mientras lucha por no llorar. Tamila le dijo hace unas semanas que los niños mayores no lloran y ha estado haciendo todo lo posible para comportarse como tal—. Por favor, papá. ¿No puedes quedarte más tiempo?
—Volveré dentro de dos semanas —prometo, poniéndome de cuclillas para quedarme a su altura—. Ya sabes que tengo que irme a trabajar.
—Siempre tienes que irte a trabajar. —Le tiembla la barbilla con más fuerza y los grandes ojos marrones se le inundan de lágrimas— ¿Por qué no puedo ir contigo?
Imágenes del terrorista que torturé la semana pasada invaden mi mente y hago lo que puedo por mantener la voz tranquila mientras digo:
—Lo siento, Pashen'ka. Mi trabajo no es lugar para niños. —De hecho, ni para adultos, pero no digo nada. Tamila sabe algo de lo que hago como parte de la unidad especial de Spetsnaz, las fuerzas armadas de la Federación Rusa, pero incluso ella ignora la realidad oscura de mi mundo.
—Pero me portaré bien. —Ahora está llorando a mares—. Te lo prometo, papá. Me portaré bien.
—Sé que lo harás. —Lo aprieto contra mí y lo abrazo fuerte, sintiendo cómo le tiembla el pequeño cuerpo por los sollozos—. Eres un buen chico y tienes que portarte bien con mamá mientras