179
pages
Español
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2018
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2018
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Publié par
Date de parution
25 septembre 2018
Nombre de lectures
6
EAN13
9781631422799
Langue
Español
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Date de parution
25 septembre 2018
Nombre de lectures
6
EAN13
9781631422799
Langue
Español
Hazme tuya
Segundo libro de la trilogía Secuestrada
Anna Zaires
Traducción de Scheherezade Surià
♠ Mozaika Publications ♠
Esta es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, los lugares y los acontecimientos son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, eventos o sitios es pura coincidencia.
Copyright © 2017 Anna Zaires
https://www.annazaires.com/book-series/espanol
Reservados todos los derechos.
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión sin la autorización previa y por escrito del titular del copyright.
Publicado por Mozaika Publications, de Mozaika LLC.
www.mozaikallc.com
Diseño de cuberta de Najla Qamber Designs
najlaqamberdesigns.com
e-ISBN: 978-1-63142-279-9
ISBN impreso: 978-1-63142-280-5
Índice
I. Parte I: La Llegada
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
II. Parte II: La Finca
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
III. Parte III: El Cautivo
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Sobre la autora
I
Parte I: La Llegada
1
J ulian
Hay días en los que existe esa necesidad de hacer daño, de matar, es demasiado fuerte para negarla. Son días en que la delgada capa de civilización amenaza con desaparecer ante la menor provocación y revelar el monstruo que lleva dentro.
Hoy no es uno de esos días.
Hoy está conmigo.
Vamos en el coche de camino al aeropuerto. Va sentada apoyada en mí, me rodea con los brazos delgados y descansa la cabeza sobre mi hombro.
Mientras la envuelvo con un brazo, le acaricio el pelo oscuro y disfruto de su textura sedosa. Ahora lo lleva largo, le llega hasta su estrecha cintura; hace diecinueve meses que no se lo corta. No lo ha hecho desde que la secuestré la primera vez.
Inhalo su perfume atrayente, fresco y floral, de una feminidad exquisita. Es una mezcla del champú y la química única de su cuerpo; se me hace la boca agua. Me dan ganas de desnudarla, de seguir ese aroma para explorar cada curva y cada recoveco de su cuerpo.
Se me estremece la polla y recuerdo que acabo de follar con ella. Sin embargo, eso no importa. Mi deseo es constante. Ahora me he acostumbrado a este deseo obsesivo, cosa que antes solía molestarme. He aceptado mi propia locura.
Parece estar calmada, incluso contenta, y eso me gusta. Me gusta sentir cómo se acurruca conmigo, cariñosa y confiada. Ella sabe cómo es mi naturaleza verdadera y, aun así, se siente segura conmigo; la he enseñado para que sea así. He hecho que me quiera.
Al cabo de un par de minutos, se mueve entre mis brazos y levanta la cabeza para mirarme.
—¿A dónde vamos? —pregunta mientras mueve las largas pestañas negras de arriba abajo, como si fuera un abanico. Tiene ese tipo de mirada que haría a un hombre arrodillarse ante ella; unos ojos dulces y oscuros que me hacen pensar en las sábanas enredadas y en su piel desnuda.
Hago un esfuerzo por centrarme, pero esos ojos me desconcentran muchísimo.
—Vamos a mi casa de Colombia —digo respondiendo a su pregunta—. El lugar donde me crié.
No he estado allí desde hace años, desde que asesinaron a mis padres. Sin embargo, el recinto de mi padre es una fortaleza y eso es precisamente lo que necesitamos ahora mismo. Durante las últimas semanas he estado implementando nuevas medidas de seguridad para que este sitio estuviera prácticamente acorazado. Me he asegurado de que nadie vuelva a quitarme a Nora.
—¿Te quedarás conmigo? —Oigo el tono esperanzador que hay en su voz y yo asiento, sonriente.
—Sí, mi gatita, estaré allí. —Ahora que la he recuperado, la obsesión por tenerla cerca es demasiado fuerte; no puedo negarlo. Antaño la isla era el lugar más seguro para ella, pero ya no lo es. Ahora ellos saben que existe y que es mi talón de Aquiles, por eso necesito que esté conmigo donde pueda protegerla.
Se lame los labios y sigo con la mirada el camino de su delicada lengua rosa. Quiero envolver su pelo abundante alrededor de mi mano y llevar su cabeza hasta mi regazo, pero consigo reprimir el deseo. Habrá tiempo de sobra para eso cuando estemos en un lugar más seguro y menos público.
—¿Enviarás a mis padres otro millón de dólares? —Sus ojos son grandes e ingenuos cuando me mira, pero oigo el ligero deje desafiante en su tono de voz. Me está poniendo a prueba, tantea los límites de esta nueva etapa de nuestra relación.
—¿Quieres que lo haga? —Se me agranda la sonrisa y me estiro para ponerle un mechón de pelo detrás de la oreja.
Me mira fijamente sin parpadear.
—En realidad no —dice en voz baja—. Preferiría poder llamarlos.
—Muy bien, podrás hacerlo cuando lleguemos. —Le sostengo la mirada.
Abre los ojos y veo que la he sorprendido. Ella esperaba que la mantuviera cautiva otra vez, aislada del mundo exterior. No se da cuenta de que eso ya no es necesario. Ya he conseguido lo que quería: la he hecho completamente mía.
—Vale —dice despacio—, lo haré.
Me mira como si no me acabara de entender, como si yo fuera un animal exótico que no hubiera visto nunca. A veces me mira así, con una mezcla de desconfianza y fascinación. Se siente atraída por mí desde un principio, pero de alguna manera me tiene algo de miedo.
Al depredador que hay en mí le gusta eso. Su miedo y reticencia añaden cierta ventaja a todo el conjunto; hacen que sea mucho más dulce poseerla y sentir cómo se acurruca en mis brazos durante toda la noche.
—Cuéntame algo sobre el tiempo que has pasado en tu casa —murmuro, poniéndola contra mi hombro para que esté más cómoda. Le echo el pelo hacia atrás con los dedos y bajo la mirada hasta su rostro—. ¿Qué has estado haciendo todos estos meses?
—Quieres decir, ¿aparte de echarte de menos? —Esboza una sonrisa burlona.
Una sensación de calor se me extiende por todo el pecho. No quiero admitirlo ni darle importancia. Deseo que me quiera porque tengo una obsesión enfermiza por poseerla, no porque sienta nada.
—Sí, aparte de eso —digo en voz baja mientras pienso en todas las maneras en las que voy a follármela cuando consiga estar a solas con ella de nuevo.
—Bueno, he quedado con algunos amigos —comienza a decir. La escucho mientras me hace un resumen general de su vida desde los últimos cuatro meses, aunque ya me conozco parte de la historia. Lucas tuvo la iniciativa de ponerle a Nora un discreto dispositivo de seguridad mientras yo estaba en coma. En cuanto desperté, me dio un informe detallado de todo, incluyendo las actividades diarias de Nora.
Le debo mucho por eso y por salvarme la vida. Durante los últimos años, Lucas Kent se ha convertido en un activo de valor incalculable para mi empresa. Muy pocos habrían tenido las pelotas de asumir el control. Incluso sin saber toda la verdad sobre Nora, ha sido lo bastante inteligente para saber lo que ella significa para mí y ha tomado medidas para garantizar su seguridad.
Por supuesto, en ningún caso le restringió sus actividades.
—¿Lo has visto? —le pregunto con desinterés al mismo tiempo que levanta la mano para jugar con el lóbulo de su oreja—. Quiero decir, ¿has visto a Jake?
Su cuerpo se vuelve de piedra en mis brazos, y siento la rigidez y la tensión de cada músculo.
—Me crucé con él un momento después de cenar con mi amiga Leah —dice sin mostrar ninguna emoción, mirándome—. Nos tomamos un café los tres, esa fue la única vez que lo vi.
Le sostengo la mirada durante un momento y luego asiento, satisfecho. No me miente; en los informes aparece este incidente en particular. La primera vez que lo leí, quise matar al chico con mis propias manos.
Todavía lo haría si se volviera a acercar a Nora.
Pensar en otro hombre cerca de ella me llena de una furia intensa. Según estos informes, no quedó con nadie durante el tiempo que estuvimos separados… con una notable excepción.
—¿Qué pasa con el abogado? —pregunto en voz baja, haciendo todo lo posible para controlar la rabia que llevo contenida—. ¿Lo pasasteis bien?
Empalidece bajo el tono