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pages
Español
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2021
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Publié par
Date de parution
08 février 2021
Nombre de lectures
1
EAN13
9781631424557
Langue
Español
Publié par
Date de parution
08 février 2021
Nombre de lectures
1
EAN13
9781631424557
Langue
Español
Atrápame
La trilogía Atrápame: primer libro
Anna Zaires
♠ Mozaika Publications ♠
Índice
I. La misión
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
II. La captura
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
III. La prisionera
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Extracto de Secuestrada
Extracto de Contactos Peligrosos
Sobre la autora
Este libro es una obra de ficción. Los nombres, personajes, y situaciones narrados son producto de la imaginación del autor o están utilizados de forma ficticia y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, acontecimientos o lugares es pura coincidencia.
Copyright © 2019 Anna Zaires
www.annazaires.com/book-series/espanol
Traducción de Scheherezade Surià
Todos los derechos reservados.
Salvo para su uso en reseñas, queda expresamente prohibida la reproducción, distribución o difusión total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, sin contar con la autorización expresa de los titulares del copyright.
Publicado por Mozaika Publications, una marca de Mozaika LLC.
www.mozaikallc.com
Portada de Najla Qamber Designs
www.najlaqamberdesigns.com
e-ISBN: 978-1-63142-455-7
ISBN: 978-1-63142-454-0
I
La misión
1
Y ulia
Los dos hombres que hay frente a mí encarnan el peligro. Lo exudan. Uno rubio, otro moreno: deberían ser polos opuestos, pero de alguna manera se parecen. Emanan las mismas sensaciones.
Esas sensaciones que me congelan por dentro.
—Quiero hablar de un asunto delicado con vosotros —dice Arkady Buschekov, el oficial ruso que está a mi lado. Su mirada pálida se centra en la cara del hombre moreno. Buschekov habla en ruso e inmediatamente repito sus palabras en inglés. Mi interpretación es fluida y mi acento, indetectable. Soy una buena intérprete, aunque no sea este mi verdadero trabajo.
—Adelante —dice el moreno. Se llama Julian Esguerra y es un traficante de armas de gran éxito. Lo sé por el archivo que he repasado esta mañana. Es el tipo importante aquí hoy, el tipo al que quieren que me acerque. No debería ser muy difícil. Es un hombre increíblemente atractivo, de ojos azules y penetrantes en un rostro muy bronceado. Si no fuera por esa sensación escalofriante, me sentiría atraída por él. Dada la situación, lo fingiré, pero él no lo sabrá.
Nunca lo saben.
—Seguro que conocéis las dificultades en nuestra región —dice Buschekov—. Nos gustaría contar con vuestra ayuda para resolver este asunto.
Traduzco sus palabras haciendo todo lo posible por ocultar mi creciente emoción. Obenko tenía razón. Algo se cuece entre Esguerra y los rusos. Lo sospechó al oír que el traficante iba a viajar a Moscú.
—¿Qué tipo de ayuda? —pregunta Esguerra. Parece solo ligeramente interesado.
Cuando traduzco sus palabras para Buschekov, echo un vistazo al otro hombre de la mesa: el del pelo rubio corto, de corte tipo militar.
Lucas Kent, la mano derecha de Esguerra.
He procurado no mirarle. Me pone aún más de los nervios que su jefe. Por suerte, no es mi objetivo, así que no tengo que simular interés por él. Por alguna razón, sin embargo, mi mirada no deja de sentirse atraída por sus duros rasgos. Con su cuerpo alto y musculado, su mandíbula cuadrada y su mirada feroz, Kent me recuerda a un bogatyr: un noble guerrero de los cuentos tradicionales rusos.
Me descubre mirándole y le centellean los pálidos ojos al fijarse en mí. Enseguida miro hacia otro lado y reprimo un escalofrío. Esos ojos me hacen pensar en el hielo del exterior, azul grisáceo y de un frío glacial.
Gracias a Dios no es a él a quien tengo que seducir. Será muchísimo más fácil fingirlo con su jefe.
—Hay ciertas partes de Ucrania que necesitan nuestra ayuda —dice Buschekov—. Pero con la opinión internacional que hay ahora mismo, sería problemático ir a ofrecer esa ayuda.
Enseguida traduzco lo que ha dicho, otra vez centrada en la información que tengo que dar. Esto es importante; es la razón principal por la que estoy hoy aquí. Seducir a Esguerra es secundario, aunque probablemente siga siendo inevitable.
—Así que quieres que lo haga yo —dice Esguerra, y Buschekov asiente cuando lo traduzco.
—Sí —dice este—. Nos gustaría que un cargamento considerable de armas y otros suministros llegase a los luchadores por la libertad en Donetsk. Que no puedan rastrearlo y relacionarlo con nosotros. A cambio, se os pagarían los honorarios habituales y garantizamos un salvoconducto hasta Tayikistán.
Cuando le transmito las palabras, Esguerra sonríe con frialdad.
—¿Eso es todo?
—También preferiríamos que evitarais tratos con Ucrania de momento —añade Buschekov—. Dos sillas para un solo culo, ya me entiendes.
Hago lo que puedo al traducir esa última parte, pero en inglés no suena ni de lejos tan contundente. También me guardo absolutamente todas las palabras en la memoria para poder trasladárselas a Obenko más tarde. Esto es exactamente lo que mi jefe esperaba que oyera. O, mejor dicho, lo que temía que oyera.
—Me temo que necesitaré una compensación adicional para eso —dice Esguerra—. Como sabes, no suelo tomar partido en esta clase de conflictos.
—Sí, eso hemos oído. —Buschekov se lleva un trozo de selyodka , pescado salado, a la boca y lo mastica despacio mientras mira al traficante de armas—. Quizás quieras replantearte esa postura en nuestro caso. Puede que la Unión Soviética haya desaparecido, pero nuestra influencia en la región sigue siendo bastante significativa.
—Sí, lo sé. ¿Por qué crees que estoy aquí? —La sonrisa de Esguerra me recuerda a la de un tiburón—. Pero la neutralidad es un lujo caro y difícil de abandonar. Estoy seguro de que lo entiendes.
La mirada de Buschekov se torna más fría.
—Lo entiendo. Estoy autorizado a ofrecerte un veinte por ciento más del pago habitual por tu cooperación en este asunto.
—¿Veinte por ciento? ¿Cuando estás reduciendo a la mitad mis beneficios potenciales? —Esguerra ríe en voz baja—. Va a ser que no.
En cuanto lo traduzco, Buschekov se sirve un poco de vodka y le da vueltas en el vaso.
—Un veinte por ciento más y la custodia del terrorista de Al-Quadar capturado —dice tras unos instantes—. Es nuestra última oferta.
Traduzco lo que dice y echo otro vistazo al rubio, con una inexplicable curiosidad por ver su reacción. Lucas Kent no ha dicho una sola palabra en todo este rato, pero noto cómo lo mira todo, cómo lo absorbe todo.
Y noto cómo me mira a mí.
¿Sospecha algo o simplemente le atraigo? En cualquier caso, me preocupa. Los hombres como él son peligrosos y tengo la sensación de que este puede serlo incluso más que la mayoría.
—Pues trato hecho —dice Esguerra, y me doy cuenta de que está ocurriendo. Lo que Obenko temía va a pasar. Los rusos van a conseguir las armas para los llamados luchadores por la libertad y el desastre de Ucrania alcanzará proporciones épicas.
Bueno, eso ya es problema de Obenko, no mío. Lo único que tengo que hacer es sonreír, estar guapa e interpretar; y eso hago durante el resto de la comida.
Cuando termina la reunión, Buschekov se queda en el restaurante para hablar con el propietario y yo salgo con Esguerra y Kent.
En cuanto ponemos un pie fuera, un frío cortante se apodera de mí. El abrigo que llevo es elegante, pero no sirve para un invierno ruso. El frío atraviesa la lana y me llega hasta los huesos. En cuestión de segundos, los pies se me convierten en témpanos de hielo porque las finas suelas de mis zapatos de tacón no sirven de mucho para protegerlos del suelo helado.
—¿Te importaría llevarme al metro más cercano? —pregunto cuando Esguerra y Kent se acercan al coche. Se nota que tirito y cuento con que ni siquiera unos criminales despiadados dejarían a una mujer guapa congelarse sin motivo—. Creo que está a unas diez manzanas de aquí.
Esguerra me observa durante un segundo, entonces le hace un gesto a Ken