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Pinda y sus padres viven en Santiago. Con su amiga Silvestre, ambas se interesan por todas las artes de Santiago. Durante las vacaciones de verano , los padres de Pinda la llevan a visitar a su familia paterna en Concepción.



Pinda tiene muy pocos recuerdos de la ciudad de Concepcion y muchos menos de su familia de acá. Su estancia allí le permitirá encontrar a una familia muy cariñosa, descubrir las celebraciones tradicionales mapuches, y aprender mucho de la evolución de la condición femenina en Chile.


EL regreso a Santiago será para ella la ocasión de sumergirse en los valores del Street Art y del Hip Hop, de descubrir las relaciones estrechas entre la naturaleza, la cultura mapuche y el Hip Hop que le encanta.

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Date de parution

22 juin 2022

Nombre de lectures

3

EAN13

9782490586301

Langue

Español

El pasado
 
El padre y la madre de Pinda eran muy trabajadores, se enamoraron y tuvieron a Pinda como hija, su padre es mapuche y su madre chilena, ella reconoce que es difícil pensar ¿Quién eres tú? sabe que tiene familia en el sur y que su infancia fue muy feliz junto a ellos y que también siente mucho afecto por ella.
Su apellido Huaiquipan, tiene ancestros y ancestras que le dejaron como herencia el amor por el mar, el que ella ha reconocido al observar desde muy niña a su abuelo Manuel y a su tío abuelo Juvenal caminar más de un kilómetro para sentarse a contemplarlo y comunicarse con él.
También sabe que, lamentablemente vivieron una guerra de más de trecientos años, que les dejó como consecuencia la pérdida de su territorio ancestral. Pinda ha podido conocer Quidico-Mapu el nombre de su tierra ancestral porque queda muy cerca de la ciudad de Concepción en donde nació su padre, y como es evidente, las familias se fueron formando a través de una genealogía que de generación en generación fue creciendo.
En el transcurso de los tiempos, jóvenes se fueron conociendo, estos venían de esas tierras campesinas a buscar parejas al pueblo, se enamoraban, se casaban, tenían hijos y crecía la familia.
Estas familias crecían y disfrutaban de convivir entre primos y primas, Pinda fue una de esas primas, tías y sobrinas también.
Gracias a su curiosidad, a temprana edad supo que sus tíos habitaban junto a su abuela materna la tierra de origen aún, la que conoció debido a las constantes visitas. Observó al mar como una fuerza que provee de calma, alimentación, trabajo y espiritualidad, con su familia descubrió el arte de la palabra, los tejidos, la cocina fresca y el amor por el viento y la lluvia como energía renovadora.
En Santiago, su vida era similar, transportó la naturaleza del sur de Chile a los colores que la rodeaban en los muros de su alrededor, los caminos que estaban ubicados cerca de su hogar estaban muy marcados por el color gris y especialmente en el día nublado, los colores de las pinturas en los muros la transportaban a la misma sensación que le deja la lluvia, porque la escuchaba como a una canción.
Pinda sabía muy bien lo que estaba haciendo porque siempre estaba observando a su alrededor, esta actitud a veces la dejaba muy sociable pero distante de la gente en su intimidad, excepto por la compañía de su mejor amiga Silvestre.
– Amiga ¿Vamos a salir hoy a la calle hoy?
– ¡Sí! ¡Vamos! Respondía su amiga en el chat
Pinda creció viendo a los artistas que dibujaban y pintaban a su alrededor, también a los escritores que en los muros rayaban tag’s con plumones en los medios de transporte y frases de poesía por el barrio.
Ella iba uniendo todo lo que veía, mientras lo iba guardando en su memoria, a veces le dejó como resultado malas calificaciones en la escuela y un poco de retos por parte de su padre, porque él siempre quería que fuera perfecta y le costaba mucho aceptar su forma de ser tan genuina.
La música era una preferencia muy particular en las radios de los vecinos, las juntas de jóvenes en las plazas del barrio y en otros lugares en donde a veces paseaba. El cariño que sentía por ella le guiaba un ritmo vibrante en el cuerpo con movimientos que la hacían imaginar mover las caderas, los brazos y los pies de un modo espontáneo y rítmico que solo ella sabía.
Sentía la electricidad de su cuerpo como ondas magnéticas parecidas a pequeños pinchazos en sus pies, brazos y dedos, contrariamente a su amiga Silvestre que se preguntaba ¿Cómo era posible que su amiga pudiera bailar tan espontáneamente?
Silvestre, admiraba a Pinda, ella había crecido con mucha sensibilidad y el arte visual era su mejor habilidad. No tenía ningún problema en reconocer que su amiga era inteligente, sensible y posible de admirar a pesar de que no eran muy parecidas.
Silvestre tenía en su cabello con muchas rastas similares a la de los rasta fari de la cultura reggae, un color de piel dorada y unos ojos claros, muy transparentes, mientras que Pinda, era una niña un poco más morena y con un cabello que le llegaba hasta los hombros destacando su cabello castaño.
Era casi inevitable para las personas detenerse a verlas cuando pasaban juntas al caminar porque los colores de sus vestuarios y zapatos extravagantes las hacían destacar.
– Pinda, mira qué bello quedó este muro, realmente es un dibujo muy bien hecho y sus colores están casi brillantes a mis ojos.
Le decía Silvestre con un tono de voz que demostraba bastante impresión y sentimientos por la obra que observaba en el muro de alrededor. Ella, en silencio no dejaba de observar con detención todo lo que frente a sus ojos se mostraba hasta el punto de dejarla sin poder hablar por unos cuantos minutos como impávida.
Pinda quiso sacar su cuaderno de notas y ponerse a escribir todo lo que estaba sintiendo, llenó casi por completo la libreta y luego se durmió.
Escuchar la naturaleza es una práctica muy particular de la cultura mapuche, los pájaros manifiestan un lenguaje que a Pinda le llama mucho la atención.
Escribe la poesía y ve las calles de la ciudad parecidas al Quidico- Mapu de su infancia, la tierra mapuche, sus amistades son la hermandad que tienen sus primas, tíos y tías del sur de Chile, con ellas descubre y disfruta de muchas aventuras.
Continuamente extraña el paisaje del sur, las conversaciones con sus familiares y el mar, ha crecido viendo a su abuelito observar todos los días el horizonte, la poesía que vio en él, la que por supuesto, lleva siempre con ella y camina por la ciudad buscándola cada día.
Nunca sabe bien lo que le va a esperar, así es que siempre y en cada paso que da lleva a su ancestra, ella en la cuidad también la acompaña y cada vez que la recuerda se comunica con ella diciendo:
– ¡Abuelita, ayúdame! o ¡gracias por estar conmigo en estos momentos!

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