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UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
FACULTAD DE FILOSOFÍA
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA Y LÓGICA Y FILOSOFÍA
DE LA CIENCIA
EL JARDÍN DEL ALMA:
Mito, Eros y escritura en el Fedro de
Platón
Tesis Doctoral
Autor
IGNACIO GARCÍA PEÑA
Director
Dr. D. RICARDO PIÑERO MORAL
Salamanca, 2009
ÍNDICE
Introducción 7
Cronología y estilometría 14
Mito 22
El mito griego 23
Mito y filosofía 28
Condiciones materiales 30
Platón ante el mito: El Protágoras 33
El Gorgias 42
El Fedón 49
La República 61
El Fedro 80
Mito y diálogo 89
Eros 99
Fedro: el personaje 100
Escena introductoria 103
Lisias 116
El primer discurso 119
Primer interludio 135
Primer discurso de Sócrates 140
Templanza y exceso 147
Los perjuicios del amado 156
Segundo interludio: la retractación 161
Las formas de la locura 168
La naturaleza de las almas 176
El recuerdo de la belleza 193
La pasión del amante y el amado 205
Escritura 216
Tercer interludio: el mito de las cigarras 217
El arte de la palabra 222
Revisión de los discursos 232
La nueva dialéctica 237
Los recursos de la retórica 252
Las pasiones del alma 258
La ocasión y lo oportuno 261
Contra la retórica clásica 266
El nacimiento de la escritura 270
Oralidad y memoria 275
Memoria y olvido 281
El libro del alma 301
Juego y seriedad 307
Doctrinas no escritas 314
Recapitulación 334
La plegaria final 344
Conclusión 349
Epílogo: el diálogo platónico 370
Bibliografía 382
INTRODUCCIÓN
Según las noticias que nos han llegado, Platón dedicó aproximadamente los
últimos cincuenta años de su vida a la producción filosófica y literaria. Y probablemente
el Fedro se sitúa en el centro de su actividad, no sólo por lo que respecta a las fechas, lo
cual podría constituir un dato relativamente irrelevante, sino en especial por cuanto
concierne al desarrollo del pensamiento platónico. Quizá resulte excesivo hablar de
punto de inflexión, pero sí puede afirmarse que en muchos aspectos esta obra marca un
antes y un después en el conjunto de los diálogos, estableciendo un puente entre los
escritos de la madurez del autor, como son Fedón, Banquete y República, generalmente
considerados como la cima de su filosofía, y aquellos del período de vejez, entre los que
destacan Teeteto, Parménides, Sofista y Político, en los que se observan importantes
diferencias respecto a los primeros. Por esta razón, considero que el Fedro constituye
uno de los mejores lugares desde los que acercarse a la filosofía platónica, al margen de
lo poético de su expresión, que sin duda supone otro poderoso atractivo para el lector.
La importancia y la riqueza de esta obra es tal que no sorprende que
Schleiermacher la tomase, basándose también en testimonios antiguos, como punto de
partida de la reflexión filosófica de Platón, como diálogo programático en el que el
autor plantea los asuntos a desarrollar en sus futuras composiciones. Sin embargo, los
numerosos estudios realizados durante el siglo XX mostraron lo erróneo de esta
concepción, situando el diálogo en el lugar que le corresponde. Son precisamente los
elementos bucólicos y eróticos, presentes en todas las secciones del Fedro, los que
contribuyeron a generar en los intérpretes de Platón la idea de que se trataba de una obra
juvenil, en la que el autor daba rienda suelta a la imaginación y al entusiasmo propios de
la juventud, que se fueron apagando con el transcurrir de los años, dejando paso a obras
más maduras, sobrias y austeras.
Y es que el problema de la datación del Fedro, sobre el cual parece haberse
alcanzado un cierto consenso, es tan sólo una de las muchas cuestiones que aún, casi
dos mil quinientos años después, siguen discutiendo los intérpretes de Platón. Muchas
de ellas se refieren exclusivamente a la lectura del diálogo, al modo en que hemos de
comprender algunos de sus pasajes o temas que se aluden en ellos. La fecha dramática
en que se desarrolla la acción o la aparente falta de unidad y cohesión son problemas
que ningún análisis del Fedro eludirá, como tampoco la antigua discusión en torno al
tema central del diálogo, o la relación de Platón con oradores como Isócrates y
especialmente Lisias, cuya ausencia no supone en absoluto carencia de importancia y
protagonismo. Comprender el diálogo de manera aislada y sin salir del mismo
constituye un propósito tan complicado como interesante; sin embargo, parte de la
grandeza del Fedro se debe al tratamiento de problemas filosóficos que no por ser
antiguos pierden un ápice de actualidad, entre los cuales se puede citar la relación entre
los elementos míticos, las imágenes y la razón que opera con conceptos y argumentos;
la posibilidad de alcanzar conocimientos estables que constituyan la base del saber y la
acción humanos; una descripción de los elementos que intervienen en el
[7]
El jardín del alma
comportamiento humano; la relación entre lo afectivo y lo gnoseológico, así como el
papel que ambos desempeñan en la búsqueda de la felicidad y la vida buena; las normas
de la composición retórica y filosófica; la recepción subjetiva de los discursos y textos;
o la repercusión de las nuevas tecnologías de comunicación en la capacidad intelectiva
del individuo, tema especialmente relevante en una sociedad como la nuestra, en la cual
las imágenes y lo audiovisual han dejado paso a una cultura virtual y multimedia que
poco a poco va transformando nuestros hábitos de lectura y de estudio.
Por todo ello, la lectura del Fedro habría de resultar interesante al lector del siglo
XXI, al margen del ya mencionado carácter poético de la obra, que la convierte al
mismo tiempo en una de las composiciones literarias más destacadas de la antigüedad.
Es muy probable, por lo tanto, que el lector de la Grecia clásica apreciase notablemente
este diálogo platónico, pues tanto los temas tratados como el modo de hacerlo
guardaban un estrecho vínculo, sea por semejanza u oposición, con muchos de los
elementos que formaban parte de la vida cotidiana de los griegos, como la política, la
educación, lo divino y su culto o la conveniencia de determinadas relaciones
interpersonales. Más interesante, si cabe, debía resultar la obra para los ciudadanos
cultos que por un motivo u otro hubiesen recibido cierta instrucción intelectual, ya que
Platón nunca renuncia a la mención y el análisis de la poesía y los mitos clásicos,
abanderados por Homero y Hesíodo, ni tampoco a la consideración de los principales
movimientos culturales de su tiempo, como lo fueron la oratoria y la sofística, que
agitaron considerablemente los antiguos valores de la sociedad y cuyos discursos se
convirtieron en la mejor herramienta política tanto en las calles como en las diferentes
instituciones que constituían esa democracia directa que había florecido, entre otros
lugares, en Atenas. Además, como no podía ser de otra forma, Platón dialoga
constantemente con los trágicos, cuya poderosa influencia será evidente para cualquiera;
así como con filósofos y teorías de los más importantes pensadores, pues, como es
sabido, la influencia de Heráclito, Parménides, Jenófanes o Anaxágoras en el filósofo
ateniense no necesita demostración alguna.
Pero si estos no constituyen argumentos lo suficientemente poderosos como para
dedicar un estudio a este diálogo, quizá lo más interesante del Fedro sea, como dijimos
al inicio, el lugar que ocupa en el conjunto de la obra platónica, de manera que un
estudio de la obra no puede dejar de aludir constantemente a otras con las que está
fuertemente vinculada: así, los mitos no pueden considerarse con independencia de
Gorgias, F